REFLEXIONES
PARA UNA ALQUIMIA ESPIRITUAL
Acerca
del templo personal
Muchas veces, algunos grupos
religiosos en su afán de avanzar entre comillas en el desarrollo de una
supuesta "religiosidad", le dan todo el valor posible solo a los
aspectos espirituales del ser humano, menospreciando el valor y el cuidado que
se le debe dar al cuerpo, como producto de la aplicación de esta visión
consiguen tener grandes problemas en su salud, la que al deteriorarse hace que
el cuerpo se les convierta en una pesada carga, hecho que en la realidad
también debilita su desarrollo espiritual, en virtud que el espíritu se
desarrolla dentro del cuerpo.
En la cultura mundial actual,
casi siempre se le da solamente valor a la belleza y estética del cuerpo;
aunque también, existen corrientes científicas que están estudiando y
desarrollando estudios acerca del valor de la nutrición del cuerpo e inclusive
han llegado a determinar que las enfermedades son deficiencias y carencias de
nutrientes.
Analizando los diferentes aspectos que se
plantean en relación al cuerpo y el espíritu, es que tenemos que acoger los
mejores planteamientos necesarios para una solución integral.
Acorde con lo enunciado por el
Apóstol San Pablo, en relación al valor del cuerpo como un templo en donde se
encuentra el espíritu y la necesidad de cuidarlo, es que nos atrevemos a
entender la necesidad de cuidar el cuerpo (templo) a través de una buena
alimentación con la proporción adecuada de proteínas, vitaminas, minerales,
oligoelementos, fibra, agua, aunado ello a una buena respiración; así como, a
la aplicación de una buena limpieza, un buen descanso, y la práctica de
ejercicios etc. lo que debe realizarse diariamente; complementariamente a esto,
la práctica mental permanente de la limpieza de la mente de las malas emociones
( venenos mentales) como: ira, resentimiento, exasperación, fastidio,
irritabilidad, odio, rencor, melancolía, depresión, culpabilidad, etc.
De la aplicación y puesta en
marcha de estas medidas empezaremos a encontrar la paz interna, con armonía
entre nuestro templo (cuerpo) y espíritu, de tal manera que podamos empezar
nuestra evolución espiritual, acompañados de un cuerpo que se convierta en una
ayuda permanente en nuestro peregrinaje terrenal.